Decía Don José Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mi circunstancia”, señalando así que el ser humano crea un entorno y al mismo tiempo, necesita de él para lograr su plenitud.
Con absoluta falta de respeto tomo prestada la idea para afirmar que el vino es el vino y su circunstancia.
En coincidencia el escritor y pintor belga Jean-Claude Pirotte (n. 1939) en su libro “Les contes bleus du vin” (1988) deja sentado que “el vino es mucho más que el vino”.
Qué es, entonces, ese líquido increíble que tenemos ante nosotros como la cosa más natural del mundo?
Tiene profundidades abismales y explosiones aromáticas, tiene sutilezas y contundencias, tiene sobre nuestras papilas, retiradas y avances que como en un juego buscan desconcertarnos.
Tiene timidez seductora y agresividad acariciadora. Nos brinda reminiscencias de tiempos y lugares y siempre lo hace con calidez compañera y complicidad pícara en el deleite.
A cambio de todo ello sólo pide amor y respeto.
Odia el abuso que deriva de la ingestión inmodesta. “Cuando ya no puedas apreciar el vino que bebes deja de tomar. Estás quitándoselo a quien sí puede hacerlo” decía ese poeta rebelde y maravilloso que fue Omar Khayyan (S. XII).
Hasta aquí en vino. Y la circunstancia?
Somos nosotros. Nosotros con las alegrías, las tristezas, la soledad o la convivencia, los recuerdos, la nostalgia, las ambiciones y las esperanzas y todos los avatares cotidianos que hacen que cada día, cada momento sea distinto.
Ese hoy que mañana será ayer.
Pero en cualquier circunstancia, al reunirnos con nuestro amigo el vino debemos abrirnos y predisponernos a recibir todo lo que generosamente nos ofrece.
Si no es así es preferible dejar el encuentro para otro día.
Verdad que sí?